Cultura del conflicto
Origen de la cultura del conflicto
Epigenetica de la respuesta cultural conflictiva.
El conflicto, como respuesta humana ante la crítica y la exposición de debilidades, es un fenómeno profundamente arraigado tanto en nuestra biología como en nuestra cultura. Investigaciones neurocientíficas han demostrado que cuando una persona recibe una crítica o un señalamiento de error, se activa la misma área del cerebro que procesa el dolor físico. Es decir, recibir una crítica o asumir una debilidad —lo que en Emosocial definimos como aceptar el "yo real"— provoca una reacción emocional comparable a una herida física. Este dolor emocional genera una respuesta automática de defensa, como el rechazo a la crítica o la acusación hacia la persona que la emite.
La Defensa del "Yo Real" y el Surgimiento del Conflicto
La defensa de nuestra identidad ante la señalización de debilidades o errores es uno de los factores que ha dado lugar a lo que denominamos "cultura del conflicto". En cualquier sociedad, reaccionamos de forma acusatoria o defensiva cuando percibimos que nuestra identidad, nuestro estatus o nuestras creencias están siendo amenazadas. Este comportamiento, presente en todas las culturas, se ha arraigado en nosotros desde tiempos inmemoriales.
El origen de la cultura del conflicto se puede rastrear hasta los primeros momentos de la sociabilización humana. Cuando los grupos humanos comenzaron a asentarse de manera sedentaria, la necesidad de proteger territorios, animales y recursos se hizo crucial para la supervivencia. Quienes contribuían al bienestar del grupo a través de sus logros o capacidades, ganaban un estatus dentro de la comunidad. Así, la identidad de los individuos comenzó a formarse en torno a sus logros materiales y la protección de estos.
Este proceso dio lugar a una primera forma de conflicto, motivado por la comparación entre grupos. Si una tribu veía que otra tenía algo que ellos carecían, nacía un deseo de adquirirlo, lo que generaba tensiones. A nivel individual, estas comparaciones también desencadenaron una necesidad de proteger el "yo real" de las amenazas externas, generando un “yo ideal”, el cual habia que proteger tambien para evitar perdida de valor en el grupo.
La Construcción del "Yo Ideal"
A medida que las sociedades humanas se volvían más complejas, también lo hacía la identidad personal. A partir de la comparación social, surgió el concepto de un "yo ideal", una versión idealizada de nosotros mismos creada para cumplir con las expectativas y normas del grupo. Este "yo ideal" fue reforzado por la necesidad de pertenecer, ser admirado y tener un lugar dentro de la jerarquía social.
El "yo ideal" se convirtió, entonces, en una propiedad simbólica que debía ser defendida. Las personas comenzaron a proteger esta identidad idealizada para mantener su estatus y no mostrar vulnerabilidades que pudieran exponer su "yo real". Cualquier crítica que pudiera amenazar este "yo ideal" generaba respuestas defensivas, lo que alimentaba la cultura del conflicto que observamos en la actualidad.
La Comparación y el Estatus
El "yo ideal" se construye a través de la comparación social. Desde los primeros tiempos, los individuos han admirado a aquellos que poseen algo que ellos no tienen, ya sea conocimiento, habilidades, tierras o poder. Estas comparaciones sociales no solo han fomentado la admiración, sino también el conflicto. Quienes se sienten inferiores o carecen de lo que otros tienen, suelen experimentar tensiones internas y externas al tratar de imitar o superar lo que envidian.
Con el tiempo, la identidad no solo se ha construido en torno a logros materiales, sino también a elementos más abstractos como el conocimiento, las creencias y los valores. En la actualidad, estas formas de "propiedad privada" también deben ser defendidas, ya que están intrínsecamente ligadas al estatus de cada persona en la sociedad. Cualquier amenaza a estos elementos puede provocar una respuesta conflictiva.
La Cultura del Conflicto en la Historia y el ADN Social
Desde la perspectiva de Emosocial, podemos decir que la cultura del conflicto no es un fenómeno moderno, sino algo que está profundamente arraigado en nuestra evolución como especie. A lo largo de generaciones, hemos heredado respuestas automáticas defensivas que se activan cuando percibimos que nuestra identidad está en peligro.
Estas reacciones, ya sea a través de la agresión, la manipulación de la realidad o la evasión, son comportamientos que han sido cruciales para la supervivencia social y emocional.
La Perpetuación del Conflicto
A lo largo del proceso evolutivo, la humanidad desarrolló herramientas naturales como el lenguaje, que permitieron gestionar los conflictos sin recurrir siempre a la violencia. El desarrollo de nuevas palabras y conceptos permitió a las personas resolver disputas mediante la diplomacia y la negociación.
Sin embargo, en Emosocial sostenemos que estas nuevas palabras no surgieron en un contexto libre de conflicto; al contrario, fueron creadas dentro de la misma cultura del conflicto, cargadas de simbolismos que reflejan las tensiones entre los "yoes" normativos e ideales.
Las palabras y los significados que usamos hoy para explicar los hechos sociales y emocionales están impregnados de una interpretación conflictiva, porque no fueron creados desde el "yo real", el cual busca ser simplemente integrado, valorado y entendido. En lugar de ello, estos conceptos lingüísticos fueron moldeados por la necesidad de proteger el "yo ideal" y el "yo normativo", perpetuando así una visión distorsionada de la realidad que provoca más conflictos.
Entender estos mecanismos es esencial para abordar los conflictos desde una perspectiva más consciente, reconociendo la importancia de integrar el "yo real" y aceptando que el conflicto forma parte de nuestro ADN social.
En la próxima sección, exploraremos cómo la comunicación y los significados que damos a las palabras, moldeados por la cultura del conflicto, influyen en la manera en que percibimos y gestionamos nuestras relaciones, y cómo podemos corregir esos errores interpretativos para construir relaciones más auténticas y basadas en el respeto mutuo.